En el 2019 comenzamos a trabajar en un proyecto colectivo sobre las relaciones entre realidad y ficción. En el 2020 el mundo se conmovió, la pandemia logró que todo pareciera detenerse dentro y fuera de nosotros.

La realidad, construida sobre nuestras supuestas certezas, crujió. Nos obligó a cambiar la mirada y la perspectiva, haciéndonos percibir sus sombras más oscuras. Asumir lo real requirió un proceso de introspección y análisis profundo y la frontera con la ficción borró sus límites. El debate entre ambas, fue un lugar de tensión e incertidumbre. Al desnudo quedó nuestra vulnerabilidad: en carne viva.

El cuerpo, un territorio en disputa

entre la necesidad del contacto con el otro y la idea de amenaza.

El cuerpo un territorio sustituido por la virtualidad

en la que sólo fue posible nuestra comunicación

El cuerpo una caja de resonancia,

angustia

ansiedad

aburrimiento

desasosiego

desconcierto

dolor

duelo

enojo

fastidio

furia

incertidumbre

miedos

taquicardia

temblores

tedio

tristeza

El presente que nos tocó vivir nos obligó a redefinir conceptos y rearmar discursos. Nos preguntamos ¿cómo seguir ahora? ¿Cómo darle forma a una producción artística colectiva en ese contexto?

Fue tiempo de tomarse tiempo

tiempo para reflexionar

tiempo para establecer prioridades

tiempo de desvelos,

tiempo de noches largas

y días eternos.

Tiempo de cuarentena

Tiempo de quedarse en casa, el que la tiene

la casa que es un refugio o una cárcel, que es un remanso o una asfixia

Tiempo de espera, larga espera

el reloj ya no lo registra,

lo registran las emociones

Somos tiempo

Fue tiempo de aceptar la interpelación a nuestro lugar de artistas,

buscar un sentido en el sinsentido

dar forma al puro estado de proceso

dar espacio a nuevas prácticas, hilvanando el deseo en lo colectivo y

arriesgándonos a ser más que la suma de las partes

Somos marca y registro, pregunta y palabra